Es una de las habilidades clave para establecer relaciones sanas a través de una comunicación positiva y para conseguir una alta autoestima. Se sitúa en el polo opuesto a la agresividad, tan nociva tanto para la propia persona como para su entorno, y también de la pasividad.
¿Cómo se puede trabajar esta habilidad a lo largo del desarrollo de nuestros hijos e hijas?
Nota: Antes de continuar, te animamos a que leas el siguiente artículo relativo a la inteligencia emocional, donde se realiza una breve introducción a este y se habla de los “derechos asertivos”.
Quizás no te hayas parado a pensar si eres lo eres. Pero reflexiona sobre cómo actúas ante determinadas circunstancias. Piensa en una situación que suele ser muy habitual:
Situación: Trabajas casi todo el día y tienes poco tiempo. Le pides a tu hijo de 15 años que recoja su cuarto para realizar una limpieza a fondo. Pero él no lo hace. ¿Cómo reaccionas?
Piensas que tiene poco tiempo y que, en realidad, no te cuesta nada hacerlo a ti.
Te enfadas, le gritas, le recriminas su actitud y le castigas.
Le explicas cuáles son las consecuencias para ti de que él no haya cumplido con su obligación, cómo te sientes ante esa circunstancia y el trabajo extra que te va a suponer.
En el primer caso has actuado de una forma Pasiva. Valoras más evitar el enfrentamiento y te “apiadas” de él. No defiendes tus derechos. Resultado: tú haces su trabajo.
En el segundo, has optado por una conducta agresiva. Tú te enfadas, él se enfada, quizás hayáis dicho cosas que no queríais decir y puede ser que recoja su habitación, pero la relación se deteriora temporalmente.
En el tercero has practicado a la asertividad. Le has recordado sus deberes en la casa, le has dicho cómo te has sentido tú al entrar a su cuarto y cuál es la consecuencia de su falta de colaboración.
Está claro que no te podemos asegurar que vaya a recoger su habituación en la siguiente ocasión, pero es probable que se detenga a reflexionar y decida colaborar.
En resumen, la primera clave es “actuar de forma asertiva, dar ejemplo”.
La familia es el primer ámbito de socialización del ser humano. Es en este entorno donde se sientan las bases para el desarrollo afectivo, emocional e intelectual que condiciona nuestro futuro.
Es importante que, desde las primeras etapas de la vida, animemos a nuestros hijas e hijas a hablar, a contarnos qué es lo que les pasa y cómo se sienten. Y que también seamos capaces de decirles lo que nos ocurre y cómo nos sentimos.
Vamos a hacernos las siguientes preguntas:
· ¿Cómo le pido que haga algo? ¿Con órdenes y amenazas (porque soy su “superior”) o con cariño y respeto, de igual a igual?
· ¿Le juzgo y le riño o le solicito que me cuente por qué ha actuado de una forma determinada y le argumento cuáles son los efectos de su actos?
· ¿Le pregunto por qué está triste, o alegre, o por qué se ha enfadado en el colegio? ¿Y le explico por qué estoy yo triste o rebosante de alegría?
· ¿Le animo a hablar con libertad, le pido que se exprese con respeto, le corrijo cuando emite juicios de valor acerca de otras personas?
· ¿Qué le digo? Eres guapo, fea, buena, malo, muy listo, tonta, no sabes hacer nada… Cuidado con las afirmaciones categóricas, porque estas etiquetas se grabarán en su cerebro y condicionarán sus actitudes.
A muchas personas nunca nos han enseñado a decir no. Y a otras a no aceptar un no por respuesta. Y en ambos casos, hemos tenido problemas en nuestra vida adulta.
Decir esta palabra tan sencilla, “no”, a veces es muy difícil. ¿Por qué voy a negarme a comprarle su último capricho? Quizás, sencillamente, porque no lo necesita y, además, debe aprender a manejar su frustración. Pero no debe ser un no como el que decía mi padre (“No, porque lo digo yo”), sino una negativa explicada de forma que la entienda y así, quizás, la acepte. Y poco a poco será consciente de que habrá cosas que no pueda conseguir, ahora y en el futuro.
Porque además, si saben recibir un no, también sabrán decirlo. Deben aprender que no es bueno decir siempre que sí, plegarse a los deseos de las demás personas sin defender los suyos. Por que en ese caso se convertirán en personas pasivas y sumisas que se dejarán influenciar por los demás. Quizás primero participando en juegos a los que no quiere jugar y, en el futuro, dejándose arrastrar a comportamientos nocivos.
De cómo tratemos a nuestros hijos e hijas va a depender de cómo nos traten ellos y cómo traten a las demás personas.
Si educamos en un entorno autoritario, agresivo o pasivo, educaremos personas adultas con esas características.
Pero si les enseñamos a hablar de sus sentimientos, a dirigirse a otras personas con respeto y a exigir que lo hagan con ellos y ellas, a mostrar sus emociones sin agredir a otras personas, estaremos trabajando para que sean personas sanas social y emocionalmente.
Quizás el único corolario a esta serie de claves es que, si practicamos la asertividad, educaremos niños, adolescentes y personas adultas asertivas. Tan fácil y tan difícil.
Mónica Suárez @monicasua
COLEGIO
Tel. 964 228 758
Calle San Jorge del Maestrazgo, 2
12003 Castellón de la Plana
ESCUELA INFANTIL
Tel. 964 233 114
Calle Moncófar,6
12003 Castellón de la Plana
© 2022 San Cristóbal Centros Educativos.