¿Qué entendemos por ‘creatividad’? ¿Podemos –y debemos– fomentarla en el aula y en casa? Y, si es así, ¿Cómo lo hacemos? Estas son solo algunas preguntas que nos surgen habitualmente y a las que intentamos dar respuesta en este artículo.
Relacionar la creatividad exclusivamente con el talento artístico es algo frecuente. Solemos entenderla como las habilidades implicadas, por ejemplo, en la creación de música, en la realización de dibujos y pinturas, la escritura de cuentos… olvidándonos de una parte fundamental del pensamiento creativo y de su importancia en la sociedad actual: la capacidad de encontrar soluciones diferentes a los problemas y retos que nos encontramos diariamente. Y esa es una manera más amplia de entender la creatividad, desde el punto de vista de las habilidades para la innovación, para pensar de manera distinta, para transformar los productos y servicios que existen o para crear nuevos.
Si nuestra labor educativa (como familia o como docentes) con menores y adolescentes incluye la perspectiva de darles las mayores oportunidades para una incorporación exitosa al mercado laboral, no podemos olvidarnos de la creatividad como una de las soft-skills más solicitadas por las empresas independientemente del sector profesional (junto al trabajo en equipo, la capacidad de organización o las habilidades de comunicación, entre otras).
Se trata, ni más ni menos, de contribuir a que se conviertan en personas creativas, es decir, en personas a las que:
Muchos artículos promulgan que “la escuela mata la creatividad”, por sus métodos, por su evaluación, por los resultados que se esperan… Sin entrar en si esto es o no cierto, ¿qué pasa en casa? ¿Matamos la creatividad de nuestras hijas e hijos o la impulsamos? ¿Tratamos de que desarrollen una lógica de pensamiento común y actúen de manera más o menos homogénea? O, ¿impulsamos su diversidad, su capacidad de innovación, su iniciativa…?
Fomentar su creatividad supone contribuir a que desarrollen más habilidades para participar en un mundo en constante cambio. Implica, además:
En primer lugar, hemos de decir que la creatividad puede aprenderse, entrenarse y, sobre todo, no es conveniente coartarla. Para ello existen numerosas técnicas que podemos realizar en casa. Veamos un ejemplo relacionado con el proceso de ideación para realizar actividades con el fin “Recaudar dinero para el viaje de estudios”.
Una de las técnicas más utilizadas consiste en establecer relaciones “forzadas” utilizando dibujos o palabras. Realizamos asociaciones que, en principio, pueden parecer imposibles pero que nos facilitarán nuevas ideas que, de otra manera, no hubieran surgido. Se puede llevar a cabo, simplemente, con un diccionario, eligiendo palabras al azar. Asociaremos cada palabra, por ejemplo, ‘pantera’ con sus cualidades (es un animal rápido, negro, gran trepador que vive en África…) para atribuírselas a nuestro reto. Así podemos plantear las siguientes ideas: “carrera en el barrio en la que haya que trepar cobrando por la inscripción” o “clases de baile o música africana”, por ejemplo.
Es muy importante que, cuando se entrena la ideación (parte del proceso creativo), se plantee el mayor número posible de ideas, apoyar nuestras ideas en las que otras personas vayan planteando y, especialmente, evitar las críticas o los juicios sobre las ideas que se propongan.
Yolanda Lorenzo @Yoloren
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