“Mi primer hijo casi se ahoga con un trozo de sandía cuando tenía unos 8 meses. Al principio, nos hacía gracia porque absorbía el agua y estaba muy gracioso, pero en un segundo, en lugar de eso, le pegó un bocado con las encías y se atragantó. Afortunadamente, la sandía está compuesta principalmente de agua, y del propio calor de la garganta se deshizo, pero me prometí que nunca me volvería a pasar. Así que con él, un poco tardío, y con mi hija pequeña, aplicamos el método Baby Led Weaning (BLW) y ¡fue un acierto! Hemos comprobado que mi hija no sólo come mucha más fruta y verdura entera, sino que es más dócil a la hora de probar alimentos nuevos”.
Esta es la experiencia contada en primera persona por Clara Castro, madre de dos niños y autora del blog Saquito de Canela y que puede explicar por qué los padres tardamos mucho tiempo en dar comida no triturada a nuestros hijos. El miedo a que el bebé se atragante y no sepamos cómo reaccionar es la principal causa por la que muchos de nuestros hijos llegan a cumplir el año solamente comiendo productos triturados.
La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) asegura que, a partir de los 6 meses, la leche materna o de fórmula no es suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales de los bebés, por lo que es necesario administrar alimentos que complementan la lactancia materna o artificial, aportando los nutrientes que están poco presentes en la leche, fundamentalmente hierro y proteínas. Este es un tema que preocupa mucho a los padres y una de las cuestiones más planteadas en las consultas de Pediatría de Atención Primaria.
Desde hace unos años, un método muy utilizado y que está dejando a muchos papás boquiabiertos es el Baby Led Weaning, una alternativa a la cuchara y que consiste en conseguir que el niño sea un comedor activo, capaz de comer por sí solo y mostrar curiosidad por los alimentos. Se trata de una alimentación complementaria guiada por el propio bebé y demandada según sus necesidades, evitando forzarle a comer.
Lo primero que haremos será sentar al bebé en la trona junto a la mesa con el resto de la familia, y le ofreceremos un alimento de la misma comida que el resto de la familia, siempre que esta sea saludable. Al principio, le daremos alimentos blandos y en trozos grandes que él pueda ir chupando para, poco a poco, ir evolucionando e introduciendo trocitos más pequeños que el niño pueda ir cogiendo con sus dedos e introduciéndoselos el mismo en la boca.
El bebé aprende imitando lo que hacen los mayores. Los primeros días, comen muy poca cantidad y básicamente se dedican a jugar y experimentar con la comida o incluso rechazan los alimentos que no conocen, pero no hay que preocuparse ya que sus necesidades están cubiertas con la lactancia materna o la leche de fórmula.
Es muy importante conocer qué alimentos son los más adecuados para comenzar, cuáles tienen mayor contenido en hierro y cuáles hay que evitar por riesgo de atragantamiento. Los pediatras aconsejan introducir los alimentos de uno en uno y dejar pasar unos días antes de introducir uno nuevo, para detectar posibles alergias o intolerancias.
Descubrirás que poco a poco tu hijo se va familiarizando con nuevos sabores y texturas y se convierte en un comedor activo, al mismo tiempo que le estarás ayudando a desarrollar y mejorar su coordinación y masticación.
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