¿Cuántas veces le has dicho a tu hija o a tu hijo que tienen que ser responsables y tener listas sus tareas en el momento adecuado? ¿En cuántas ocasiones les has recordado que hay que cumplir los compromisos y los plazos? ¿Has aludido alguna vez a la responsabilidad cuando te han pedido ampliar la hora de llegada a casa?
Seguro que sí, es muy habitual que en las familias hablemos a menores y adolescentes de la importancia de ser “responsable” con el estudio, con el trabajo, con el equipo deportivo en el que entrenan o con el resto del grupo de la actividad extraescolar que realizan. Pero, en ocasiones, no les queda muy claro “qué es eso de la responsabilidad”. Así que empecemos por el principio:
En la educación en valores que tratamos de abordar tanto en la familia como en el colegio tratamos la responsabilidad como un valor más de los que deben ponerse en juego en la sociedad en la que vivimos.
En el colegio, por ejemplo, menores y adolescentes son responsables de mantener cuidado el equipamiento común y, por supuesto, el material propio. Deben cumplir sus obligaciones: realización de tareas, dedicación al estudio, respeto a compañeras y compañeros, cumplimiento de plazos de entrega, colaboración en equipos de trabajo, puntualidad…
De hecho, la responsabilidad, además de formar parte de nuestro currículo educativo, es uno de los valores que identifican nuestro Colegio:
Formar alumnos responsables es una de nuestras prioridades, por ello transmitimos la necesidad de reconocer y aceptar las consecuencias de sus actos. Lo manifestamos con un personal comprometido, profesional, coherente y confidencial en su tarea educativa y que gestiona responsablemente los recursos que posibilitan la consecución de los objetivos.
Aun sabiendo qué significa ser responsables, pero educar en la responsabilidad no es una tarea sencilla, por ello os proponemos algunos consejos para que podemos realizar esa tarea conjuntamente (el colegio y las familias) tomando como base el ejemplo, el servir como modelos para que menores y adolescentes tengan un espejo en el que reflejarse y actuar en consecuencia:
Por ejemplo, teniendo en cuenta que debemos cuidar el material educativo y el doméstico, también el de nuestro municipio, podemos mantener conversaciones y llegar a acuerdos sobre las consecuencias de, por ejemplo, romper el móvil, estropear un libro, averiar un electrodoméstico…
También es necesario que sepamos las consecuencias “positivas”. Por ejemplo, participar en una actividad escolar concreta depende de realizar la solicitud en tiempo y forma. Si lo hacemos (la familia conjuntamente) podremos disfrutar de esa actividad, si no cumplimos nuestra responsabilidad, “nos quedaremos sin actividad” (ocurre lo mismo con las becas, las penalizaciones en el pago de tasas e impuestos….).
Recordemos que un trabajo bien hecho tiene una recompensa (en nuestro trabajo cotidiano es el salario, los incentivos —si los hay— el reconocimiento e, incluso, la promoción laboral) pero tengamos en cuenta que esta “recompensa” no es necesariamente material o económica, las palabras de aliento y el afecto son buenas estrategias.
En definitiva, alentemos a nuestras hijas e hijos a ser responsables con sus obligaciones, con su entorno y hagámoslo desde el ejemplo.
Yolanda Lorenzo @Yoloren
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