Jugar es una de las cosas que más les gusta hacer a los niños. Jugando se sienten bien, se sienten libres, relajados y eso se transmite en su carácter y receptividad.
El juego es mucho más que una forma de divertirse y entretenerse para los niños, el juego es una herramienta natural de aprendizaje. Para que una actividad se considere un juego debe ser divertida, lúdica, entretenida y es ahí, donde podemos aprovechar estas actividades para transmitir a nuestros hijos aquellos datos o comportamientos que queremos que aprendan.
Hay estudios que han demostrado que las redes neuronales del aprendizaje se activan cuando la persona está tranquila y contenta y, por el contrario, se bloquean cuando supone una situación de estrés o miedo.
Los niños, igual que los adultos, si disfrutan haciendo una actividad, pondrán muchísima más atención y, todo el aprendizaje que adquieran jugando, quedará grabado en sus memorias para siempre.
Por ello, es importante fomentar el juego desde pequeños y no solo en el colegio, sino también en casa. Los padres debemos dedicar tiempo a jugar con nuestros hijos, ya que de esta forma estaremos contribuyendo a que crezcan más felices, imaginativos y tolerantes.
1. Crear tu propio huerto o jardín. Esta puede ser una de las mejores clases de ciencias naturales y ecología que podéis darles. Solamente necesitáis una caja de madera o macetas pequeñas, tierra, una pala o rastrillo, agua y las semillas que elijáis (normalmente, en cada paquete viene explicado la cantidad de semillas y la época en la que debéis plantarlas para que den sus mejores frutos). De esta forma, los más pequeños, además de aprender a cultivar y cuidar las plantas, mejorarán su capacidad de espera, de tolerancia a la frustración; al mismo tiempo que adquieren un mayor cariño y respeto por el medio ambiente.
2. Manualidades. A los niños les encantan las manualidades y estas desarrollan sus habilidades creativas, potencian su imaginación y despierta en ellos intereses por actividades hasta entonces desconocidas para ellos. Hacer figuras de arcilla, papiroflexia, diseñar y crear sus propias marionetas, pintar con las manos. Existe infinidad de alternativas para descubrir el lado más creativo de tu pequeño.
3. Jugar al aire libre. Llega el verano y con él, el buen tiempo. Es hora de salir de casa y jugar en la calle, en el parque, en las piscinas. Las carreras de sacos, el escondite, los juegos con canciones, son juegos tradicionales que, además de ser muy divertidos, promueven la actividad física, favorecen la socialización, enseñan a respectar normas y les ayuda a descubrir el mundo exterior.
4. Excursiones por la naturaleza. La primavera es un buen momento para disfrutar del medio ambiente y la naturaleza, ya que esta pone al alcance de los niños infinidad de objetos y posibilidades para potenciar su imaginación: árboles, flores, hierbas, palos, piedras, insectos, etc. Practicar senderismo o jugar a la búsqueda del tesoro, por ejemplo, pueden ser una buena opción. Solamente, debemos dar a cada niño una hoja con una serie de elementos que pueden encontrar en la naturaleza y dejarles libertad de movimiento para que puedan encontrarlos. Podemos aprovechar los paseos para repasar el nombre de los árboles o de las flores, observar e identificar los diferentes tipos de insectos o simplemente disfrutar del silencio y apreciar el ritmo natural de la vida.
5. Leer en familia. Leer juntos los libros favoritos de tus hijos no solo mejora su aprendizaje y capacidad lectora, sino que también es una forma de estimularles, potenciar la comunicación entre padres e hijos, ampliar su vocabulario y mejorar la memoria de los pequeños.
Joanna Casas
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