La RAE define "amistad" como:
Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
Así pues, se trata de una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de los seres humanos vivencian. La amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia. Este concepto nace cuando los sujetos de la amistad se relacionan entre sí y encuentran en sus seres algo en común. Asimismo, encontramos diversos tipos de amistades según la etapa de escolarización en la que se encuentran:
Hasta los 2 años: Juego paralelo
Aprenden a jugar al lado de otros iguales pero de forma independiente. A partir de esta edad, en la escuela infantil, se les enseña a guardar su turno, a esperar, a respetar los juguetes del otro, así como la comida y la siesta de los demás. Se les inicia en el juego colectivo para que vayan adquiriendo noción de grupo, fundamental para la socialización al intervenir el contacto físico. Pero, la relación y comunicación todavía es individual con los educadores y puntualmente de niño a niño (relación dual) por simple curiosidad de un niño hacia otro. Poco a poco, van conociendo, nombrando y mostrando preferencias por sus compañeros. Van alternando de forma continua las tiernas expresiones de afecto infantil con las peleas. En estas primeras relaciones lo más importante es el intercambio de juguetes.
A partir de los 2 años y medio y 3 años: El amigo como elemento de compañía
Empieza a ser más clara la preferencia de elegir a un niño o niña en concreto como elemento de compañía porque les gusta jugar a lo mismo (juegos activos o sedentarios), porque un juguete le interesa o por otras circunstancias como que las madres o los padres sean amigos y se vean fuera del centro educativo. Sin embargo, pueden ser inseparables o no dejar de pelearse de un día para otro.
Hacia los 3 años y medio: Jugar en pequeños grupos
Los niños y niñas que llevan escolarizados desde pequeños, a esta edad ya asumen las reglas sociales de las que surgen las relaciones afectivas. En el patio suelen jugar en pequeños grupos (antes solo lo hacían de dos en dos) y hablan entre ellos, aunque cada uno esté inmerso en su propia actividad. Sin embargo, sigue siendo un juego individual, ya que, aunque tienen la necesidad de compañía, todavía no poseen la aptitud para cooperar, debido al egocentrismo que imposibilita un juego en grupo. Poco a poco, irán respetando la intervención del otro y podrán amoldarse al rol que se le asigna.
De los 4 a los 6 años: Un amigo, un juego
Ya tienen preferencias en sus juegos y amistades, sin embargo, todavía no está claro por qué eligen a un amigo o amiga concreto, dado que pueden no existir similitudes en cuanto a gustos o personalidades como ocurre con los adultos. Simplemente se caen bien, pero si a estas edades dos “íntimos amigos” se dejan de ver por cualquier razón (cambio de centro escolar, de ciudad, etc.) no supone ningún problema ni trauma para ellos, como podría ser para los adolescentes.
Los 7 años: Empiezan los partidos de fútbol, el pilla-pilla…
Con la llegada del pensamiento lógico, los niños y niñas van aceptando y respetando las reglas del juego porque tienen un pensamiento más abstracto y un mayor desarrollo de razonamiento. Es en esta etapa es cuando surgen los juegos reglados, de competición, los deportes… y tienden más a jugar en grupos. Estos juegos son los que ocuparán la mayor parte del tiempo de los menores hasta su vida adulta.
Hacia los 8 años: Su primer “mejor amigo/a”
Ya aparecen los auténticos “mejores amigos”, cuyos lazos son muy estrechos y entre quienes surgen frecuentes conflictos. La amistad va tomando una importancia fundamental para la vida del menor y además le ayuda a crear su propia identidad.
Durante la preadolescencia (entre 9 y 12 años)
Los niños y niñas van adquiriendo una mayor madurez, lo que les lleva a crear vínculos más fuertes y duraderos. Comprenden qué significa compartir desde los dos lados, el propio y el ajeno, pensar en el otro como alguien con quien conversar y a quien escuchar, alguien con quien contar para los momentos buenos y para los malos, para compartir penas y alegrías. En esta etapa, la amistad juega un papel muy importante en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima social, igual que en la adolescencia.
En la adolescencia
La amistad se vuelve una parte fundamental de la vida de los jóvenes, teniendo una gran importancia en todo lo que hacen, en sus gustos, opiniones e incluso en su manera de interrelacionarse con otros. Se crean vínculos mucho más fuertes de amistad que conlleva el querer pasar tanto tiempo como sea posible con sus amigos. Durante esta etapa de tantos cambios e incertidumbre para los jóvenes, los amigos son un punto de referencia para el establecimiento de gustos e intereses. Es muy importante que los padres conozcan a sus amigos, pues ellos tendrán una gran influencia en el desarrollo de la personalidad de sus hijos.
PAUTAS PARA AYUDAR A LAS FAMILIAS A FOMENTAR LA AMISTAD EN SUS HIJOS E HIJAS
Ser sociable desde su más tierna infancia ayudará al menor a tener una vida social activa en el futuro, hecho que mejora tanto la seguridad como la autoestima. Por ello, procedemos a detallar diversas pautas para alcanzar la socialización entre los más pequeños.
1. Predicar con el ejemplo. Es importante que en casa se muestre una actitud de socialización constante.
2. Cuando son pequeños, es buena opción que escuchen a los padres y madres mientras llaman a sus amigos por teléfono. Además, también es recomendable recibir visitas, anunciándolo previamente de esta manera: “Hoy viene a casa Luis, el amigo de papá. Con sus hijos Javier y María, tus amigos”. Este hecho ayuda a identificar el concepto de amistad.
3. Quedar con otros padres y madres para ir juntos al parque con los hijos.
4. Cuando haya más niños en casa, es mejor evitar la televisión. Es preferible pintar, jugar con la plastilina, representar un teatro, etc. De esta forma, se fomenta la imaginación, la creatividad y se fortalecen los lazos entre los pequeños.
5. A menos que haya peligro de que se hagan daño, es aconsejable no intervenir en los juegos de los más pequeños. Además, es mejor que aprendan a resolver sus pequeños conflictos entre ellos.
María Martínez Hernández
Departamento de Orientación Escolar de Colegio San Cristóbal.
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