Hace un par de semanas hablábamos de la neurodidáctica y de las metodologías activas que utilizamos para promover el aprendizaje activo por parte de nuestro alumnado. Hoy dedicamos este artículo a ahondar en dos de ellas: el aprendizaje cooperativo y el aprendizaje colaborativo.
Fijémonos, en primer lugar, de que ya con ambos términos estamos poniendo el foco en el aprendizaje, en la actividad que el alumnado realiza para construir su propio conocimiento y favorecer la creación de más conexiones neuronales.
Si bien es cierto que, en muchas ocasiones, nos encontramos que ambos términos se utilizan indistintamente como si fueran sinónimos y comparten muchas características, existen ciertas diferencias entre ellos:
Una de las principales diferencias entre el aprenziaje colaborativo y el cooperativo tiene que ver con la intensidad de la actividad del profesorado. En el aprendizaje cooperativo el profesorado está muy presente, es quien organiza los grupos y organiza la secuencia de actividad que favorecerá la resolución de la tarea propuesta.
De forma general, en el colaborativo se diseñan actividades que implican una mayor autonomía y responsabilidad por parte del alumnado, de cada uno de los grupos. En cambio, en el aprendizaje cooperativo la actividades diseñadas poseen un mayor detalle, una mayor especificación de las tareas a realizar.
Este es uno de los motivos por los que, probablemente, el colaborativo es más difícil de aplicar con nuestros hijos e hijas en cursos iniciales y más adecuado para adolescente. De hecho, la madurez y las competencias del grupo determinarán la puesta en marcha de uno u otro.
Ambos métodos de enseñanza-aprendizaje se basan en el trabajo en pequeños grupos. Cada grupo trabaja conjuntamente para realizar la tarea que se les solicita. Una tarea que el profesorado ha planificado para alcanzar objetivos didácticos que suponen aprendizajes en diferentes áreas de conocimiento pero, especialmente, en relación con procedimientos y actitudes.
Participar en experiencias de trabajo cooperativo o colaborativo favorecerá que menores y adolescentes adquieran competencias en:
Una de las características más importantes de ambos es que cada grupo asume la responsabilidad de resolver el reto o tarea que se les ha encomendado.
En conclusión
La aplicación del aprendizaje cooperativo o el colaborativo dependerá, también, como cualquier metodología, de los saberes, habilidades y actitudes que pretendemos como objetivos didácticos de la acción educativa.
Pero, se ponga en marcha uno u otro con nuestras hijas e hijos es una buena noticia porque siempre se favorece el aprendizaje entre pares y una metodología ideal para trabajar actitudes y capacidades relacionadas con el trabajo en equipo y valores como la solidaridad, el compañerismo… que forman parte de la inteligencia interpersonal al mismo tiempo que promueve un aprendizaje real, aplicable a la vida cotidiana y con mayores posibilidades de mantenerse en el tiempo que aprendizajes basados en la memorización y en la pasividad del alumnado.
Yolanda Lorenzo @Yoloren
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