Los percentiles de altura y, sobre todo, de peso, se han convertido en una fuente de angustia para muchos padres en cada revisión médica. Sobre todo si el pediatra de turno no es capaz de explicar con claridad qué son y qué implican los percentiles. Y especialmente cuando ese percentil, en mayor medida en el caso del peso, es bajo y se mueve entre el uno y el diez. Entonces tendemos a preocuparnos, a comparar con otros amigos y compañeros, a preguntarnos si estamos alimentando bien a nuestros hijos, si estarán sanos, si comerán lo suficiente… La eterna preocupación de los padres.
Qué significa realmente el percentil
La realidad, sin embargo, tal y como afirman quienes más saben de ello, los propios pediatras, es que el percentil, por regla general, no debería ser motivo de preocupación alguno. Mucho menos de la epidemia de percentilitis que parece haber afectado a los padres y que, irónicamente, denuncian reconocidos pediatras como Carlos Casabona.
Al final, según se define en el propio diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, percentil simplemente es el “valor que divide un conjunto ordenado de datos estadísticos de forma que un porcentaje de tales datos sea inferior a dicho valor”. A modo de ejemplo, para hacer esta definición teórica más comprensible y aplicable a la pediatría, podríamos decir que si un niño está en un percentil 5 de peso, eso significa que el 5% de los niños de su edad pesan igual o menos que ese niño. De la misma forma, si una niña está en el percentil 75 de peso eso implica que el 75% de niñas de su edad pesa lo mismo o menos que ella.
Por tanto, solo hablamos de una variable estadística, de forma que un niño con percentil 5 de peso puede estar tan sano como una niña con percentil 75. Lo importante es que ambos crezcan de manera adecuada y no presenten ninguna enfermedad. El percentil muchas veces viene determinado por la propia genética. De padres delgados es normal que nazcan niños con percentil de peso bajo. De padres altos es habitual que nazcan niños con percentil de peso alto.
Riesgos de una preocupación excesiva por el percentil
Vivimos en una sociedad con tendencia obesogénica y eso se traslada muchas veces a los bebés, que parece que para dar apariencia de saludables tienen que tener michelines por todas las partes del cuerpo y unos mofletes con carne para ser pellizcados. Sin embargo, no todos los bebés ni todos los niños son así.
No obstante, este extremo, como comentábamos al principio, puede ser motivo de preocupación para los padres que, en ocasiones, en su ansia porque engorden, pueden caer en la tentación de obligarles a comer. Esto, según los pediatras, es un riesgo y un error. Como recuerdan los especialistas, los niños tienen capacidad propia para reconocer sus señales de hambre y saciedad, de forma que un niño sano come aquello que necesita para desarrollarse y engordará y crecerá lo que le toca en función de su constitución y de sus genes.
Obligar a comer acaba teniendo efectos negativos, ya que puede convertir este acto en algo desagradable, provocando que el niño coja aversión por la comida o por ciertos alimentos; e, incluso, puede provocar que el niño coma más de lo que quiere o necesita, dando lugar a una sobrealimentación que acabe desembocando en sobrepeso, obesidad u otros trastornos alimentarios.
Cuándo habría que preocuparse
En primer término, hay que dejar claro que no son los padres los que deben preocuparse, sino, llegado el caso, es el pediatra el que debe trasladar esa preocupación. En el caso de los percentiles, la preocupación puede llegar por lo que se conoce como fallo de medro. Esto se refiere a una caída continuada en el percentil, lo que impide que el niño gane peso suficiente para mantener el percentil que tenía habitualmente, una situación que si se mantiene en el tiempo puede provocar que el niño también deje de crecer en altura.
No hablamos de una caída puntual y mínima en el percentil, sino de una caída drástica y continuada. Por ejemplo, un niño con percentil de peso 80. Unos meses después, en una nueva revisión, ha bajado a 60, y en la siguiente revisión ha vuelto a bajar a 40. Una caída, por tanto, importante en cuanto a cifras y mantenida en el tiempo, sin necesidad de que el niño llegue a tener percentiles muy bajos. En ese caso los pediatras sí que podrían solicitar otras pruebas médicas porque el fallo de medro puede estar relacionado con diferentes enfermedades.
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