La llegada de un hijo condiciona nuestra rutina, hábitos y horarios, y todas nuestras acciones se centran en la existencia de esa personita que ha llegado al mundo para poner nuestra vida patas arriba, pero también para colmarla de felicidad.
Cuidamos a nuestros hijos desde que nacen. Les enseñamos a comer, a andar, a valerse por sí mismos y les preparamos para que sean personas honestas y responsables en el futuro. En todo ese proceso, sin darnos cuenta, son ellos los que más nos enseñan a nosotros sobre la vida.
La niñez es la etapa más feliz en la vida de una persona. De hecho, ¿quién no guarda en su memoria bonitos recuerdos de su niñez? Los niños no entienden de clases sociales o culturales; no saben si son ricos o pobres, o si el colegio al que va su amiguito de parque es mejor o peor que el suyo; los niños simplemente son felices y disfrutan el momento, sin preocuparse de qué pasará mañana.
1. Deshacernos de nuestros prejuicios. Los niños hacen las cosas sin pensar qué opinará la gente de ellos. Los prejuicios influyen en lo que las personas esperamos de nuestro futuro, no nos enseñan nada y son una pérdida de oportunidades. Por ello, fija tu objetivo y ve a por él sin importarte lo que puedan pensar los demás.
2. Expresar las emociones. Los niños dicen lo que piensan sin importarles aparentar y expresan sus sentimientos sin tener en cuenta si están o no en público. Si quieren reír, ríen; si necesitan llorar, lloran. Deja fluir tus emociones; te sentirás bien, aprenderás a aceptarlas y ello te permitirá ser más transparente y sincero.
3. Carpe Diem. Los más pequeños viven y disfrutan el momento sin pensar en lo que puede venir en el futuro o sin amargarse por lo que sucedió en el pasado. A veces, nos obsesionamos demasiado con lo que pueda pasar mañana y nos olvidamos de que lo único que tenemos es el ‘aquí y ahora’. Vive el presente. Intenta olvidarte, al menos por un momento, del trabajo y de las obligaciones, y déjate llevar; juega con tus hijos como lo hacías cuando eras pequeño, verás que es muy gratificante.
4. Perdonar y pedir perdón. Los niños se pelean entre ellos y, al poco tiempo, vuelven a jugar juntos como si nada hubiese pasado. Un “lo siento” forma parte del lenguaje de los más pequeños y, quizás, deberíamos incorporarlo más a menudo a nuestro propio vocabulario. Los niños tienen una gran capacidad para olvidar y perdonar. ¿No sería perfecto que los adultos intentásemos hacer lo mismo?
5. No importarnos hacer el ridículo. El sentido del ridículo solo nos sirve para privarnos de hacer cosas. No importa si sabes o no bailar o cantar, por ejemplo; si te apetece y te gusta hacerlo, hazlo.
6. Pedir ayuda. Los niños desde que nacen necesitan de nuestra ayuda para todo; cuando empiezan a caminar, necesitan nuestra ayuda para levantarse y dar sus primeros pasos; cuando van al colegio, necesitan nuestra ayuda para hacer los deberes, y estas son solo algunas de las situaciones más cotidianas. Los niños no tienen vergüenza en pedir ayuda cuando la necesitan. Por mucho que intentemos convencernos de lo contrario, siempre necesitaremos de los demás. Es importante saber pedir ayuda cuando la necesitamos, de igual forma que es importante saber ayudar cuando alguien nos necesita.
Los niños, en su inocencia y bondad, pueden enseñarnos muchas cosas cada día y seguro que, aprendiendo de ellos, conseguimos hacer un mundo mejor.
Y a ti ¿qué te ha enseñado tu hijo?
Joana Casas
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