Cuando el compromiso del Colegio con la creación de hábitos de alimentación saludable desde la infancia se aúna con un buen ejemplo en la familia, una adecuada educación emocional y el fomento de la inteligencia interpersonal estaremos contribuyendo a que menores y adolescentes posean una adecuada imagen corporal y, al mismo tiempo, estaremos evitando el desarrollo de trastornos de la alimentación.
Sin reducir el origen de un trastorno de alimentación, exclusivamente, a una incorrecta imagen corporal debemos tener en cuenta que existen múltiples factores que contibuyen a su existencia. Entre ellos podemos citar aspectos psicológicos como una baja autoestima; interpersonales como la experiencia de situaciones de ridiculización o acoso; sociales como los anuncios publicitarios que promocionan la delgadez como canon único de belleza y triunfo.
Para evitarlos debemos ser capaces, en primer lugar, de identificarlos. Los trastornos de la conducta alimentaria se caracterizan por comportamientos anómalos en relación con la ingesta de alimentos desde la insuficiencia al exceso.
· En el artículo de semana pasada citábamos el sobrepeso y la obesidad que padecen, en nuestro país, un tercio de menores y adolescentes. Aunque en ocasiones hay causas biológicas, generalmente está asociado a una dieta poco saludable, con alto contenido calórico, altos índices de azúcares y grasas. Están, generalmente, acompañados de poco o ningún ejercicio físico. También puede deberse a un trastorno por atracón, es decir, a comer compulsivamente grandes cantidades de comida en un corto periodo de tiempo.
· La anorexia, en cambio, se caracteriza por todo lo contrario. Asociada a la obsesión con la delgadez implica dejar de comer o contar los aportes calóricos, de grasas y carbohidratos de todos los alimentos que consumen. A veces se acompaña, también, de un excesivo ejercicio físico e, incluso, por la ingesta de diuréticos, laxantes u otros preparados para adelgazar.
· La bulimia asociada a atracones seguidos de vómitos o uso de laxantes con el objetivo de eliminar (purgar) la comida ingerida. Para realizar esa “purga” pueden tomar, también, laxantes, diuréticos o “píldoras” para tratar de controlar su peso.
Citamos también la vigorexia que, aunque no es en sí mismo un trastorno alimenticio, se relaciona con un hábitos alimentarios poco saludables: alto consumo de proteínas y carbohidratos. Su imagen corporal está igualmente distorsionada y tratan de ganar musculatura controlando su dieta y realizado ejercicio físico de forma casi compulsiva.
Observar cómo comen nuestras hijas e hijos nos ayudará a identificar la existencia de un trastorno de este tipo. No obstante, debemos tener en cuenta que pueden darse cambios en la alimentación de forma puntual y no debemos obsesionarnos. Hemos de ser capaces de diferenciar estos cambios y la existencia de trastorno alimentario. Lo que debemos hacer se resume en aspectos asociados a la aceptación de la imagen corporal y la eliminación de estereotipos en nuestra familia:
Sin ninguna duda, podemos contribuir con la propia alimentación familiar, incluyendo una dieta saludable y variada que proporcione alternativas y contribuya a la creación de hábitos que introduzcan todos los alimentos desde la infancia. Del mismo modo, fijar rutinas en los horarios de comida también nos ayudará a desarrollar una dieta sana.
Pero, como es habitual, una de nuestras recomendaciones es que actuemos como ejemplo, siguiendo una alimentación saludable que puedan imitar desde la infancia. Ser su modelo en qué y cómo comemos, pero también en relación en cuanto a la aceptación de nuestro cuerpo y el de otras personas evitando los juicios de valor o las descalificaciones en torno a la imagen corporal de otras personas será de gran ayuda.
Yolanda Lorenzo @Yoloren
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