El acoso escolar es entendido como el maltrato psicológico, verbal o físico sufrido por un alumno o alumna en el ámbito escolar, derivado de factores personales (físicos, psicológicos, de orientación y/o identidad sexual) o colectivos (factores étnicos, grupo social, religioso), de forma reiterada y a lo largo de un periodo de tiempo determinado.
Muchas veces oímos un caso de acoso escolar, más conocido por su nombre en inglés 'bullying', y nuestros temores se disparan: ¿estará nuestro hijo siendo acosado?, ¿sufrirá nuestra hija algún tipo de humillación en el colegio? Pocas veces –probablemente ninguna– pensamos en que la persona a la que hemos criado pueda ser la acosadora: pensemos que en un caso de acoso hay alguien que acosa y alguien que es acosado. Es muy difícil creer que nuestro hijo o hija pueda estar humillando o maltratando a otra persona, ¿verdad? Los centros educativos tienen un Plan de Convivencia en el que se incluye un Protocolo de actuación ante el Acoso. Acciones que se ponen en marcha una vez que se ha detectado la situación pero, desde este artículo, no solo queremos plantear la actuación preventiva de la familia. Queremos, además, poner el foco de atención en la otra parte, en la menos conocida: ¿Y si es nuestra hija o hijo quien acosa, maltrata, humilla? O, no haciéndolo… ¿cómo evitar que se convierta en cómplice con su silencio?
EVIDENCIAS DE ACOSO
Se establecen diferentes comportamientos que pueden ser evidencia de una situación de acoso:
CAUSAS DEL ACOSO
Aunque no existe un perfil único de “acosador”, hay ciertos rasgos que las niñas y niños que acosan comparten:
ACTUACIONES
Recordemos, en primer lugar, que es fundamental educarles, también, en Inteligencia Emocional. Pero, especialmente, debemos admitir la posibilidad de que nuestra hija o hijo esté acosando. Confiemos en el equipo docente que nos informa de la situación y dejemos que nos guíen, difícilmente nos dirán que esto ocurre si no es cierto.
Evitemos, sobre todo, culpar a la víctima, pongámonos en el lugar de su familia. Tal vez lo más importante sea que, en el hogar, tomemos medidas firmes. Es decir, que nuestros hijos sean conscientes de que:
Y, principalmente, que sepan que sus actos tienen consecuencias: aplicaremos el refuerzo negativo (comúnmente llamado “castigo”) y les prohibiremos jugar a la consola, ver la televisión, salir… cualquiera de sus hobbies estarán prohibidos mientras una conducta de este tipo se mantenga. Tengamos en cuenta que las situaciones de burla, insulto… que se producen en el centro escolar tienen ahora, gracias a las redes sociales (ciberbullying o ciberacoso), una repercusión mucho mayor y una continuidad en el tiempo que antes no tenía. Así que supervisar su actividad en la red es, sin duda, otra recomendación para detectar un caso de acoso. Del mismo modo, debemos tener en cuenta que, en las situaciones de acoso, es frecuente que el resto del aula, grupo… solo observe, sin ser víctimas de acoso pero, a veces por miedo, se convierten en cómplices al mantener un silencio que refuerza la actuación de quienes agreden. Debemos, también, educar a menores y jóvenes en la necesidad de informar de estas situaciones, de no participar con el silencio. No es necesario que acudan al equipo directivo, pueden decirlo en casa y ser la familia quien lo traslade al colegio.
Para finalizar, ante la posibilidad de que nuestro hijo o hija sea víctima de acoso, os recomendamos la guía para familias y profesorado “Cómo detectar y actuar ante el acoso escolar” elaborada por la Fundación ANAR en colaboración con la Fundación Mutua Madrileña.
Yolanda Lorenzo @Yoloren
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