¿Cómo fomentar la autonomía en los niños?

Escuela de PadresFamiliaNiños

Menores con autonomía: desarrollo y apoyo de la familia

El papel que la familia desempeña en todos los aspectos del desarrollo de hijos e hijas es, también, fundamental en el desarrollo de su autonomía. Es decir, en que adquiera una mayor capacidad para realizar actividades cotidianas sin ayuda, reduciendo gradualmente la dependencia que tiene de las personas adultas.

Al hablar de actividades cotidianas, estamos refiriéndonos al autocuidado (lavarse, peinarse, ir al baño –higiene–; vestirse, desnudarse, calzarse…; comer y beber solo…), las relaciones personales (dar las gracias, saludar, pedir por favor y cooperar con otras personas, por ejemplo), la regulación del comportamiento (respetar horarios, reconocer y asumir las consecuencias de las propias acciones, etc.) y la comunicación (vocabulario utilizado, expresión…).
 

Consejos para apoyarles y fomentar su autonomía


1. Reducción de la ayuda

Si durante los primeros meses se van reduciendo las ayudas para mantenerse sentado, a partir del primer año empezaremos a pedirles que realicen o colaboren en la realización de tareas habituales: empezar a desvestirse y a poner la mesa. Poco a poco, reduciremos la ayuda para que lo hagan autónomamente. Se trata de trabajar en la zona de desarrollo próximo, es decir, en ese espacio que existe entre lo que puede hacer solo y lo que puede hacer con ayuda.


2. Incremento gradual de la dificultad

A medida que sus habilidades motoras se desarrollan y crece su iniciativa (su interés por hacer “cosas nuevas”) aprovecharemos para solicitar nuevas tareas. Iremos incrementando su responsabilidad en sus hábitos de higiene y les dejaremos que realicen solos acciones acordes con estas capacidades: primero quitarse los calcetines puesto que requiere menor destreza que desabotonarse un pantalón, por ejemplo.


3. Modificación de normas

Es habitual que a partir de los dos años, empiecen a reclamar su propia autonomía. En este momento modificaremos algunas normas, unas se relajarán y otras se aplicarán de forma más estricta. Por ejemplo, determinar qué acciones o espacios están prohibidos porque supongan un peligro real pero apoyarles en la exploración del mundo que les rodea, guiándoles y participando en ella (sin impedir su curiosidad).


4. Y, además…

  • Explicaremos clara y concretamente cuál es la tarea que tienen que realizar y por qué deben hacerlo: “Ya eres mayor, ahora tienes que vestirte sola”.

  • Actuar como modelo, mostrándoles cómo realizar la tarea, favoreciendo el aprendizaje por imitación.

  • Establecer rutinas diarias, supervisando y corrigiendo su realización cuando proceda: lavarse los dientes o recoger sus juguetes antes del baño son solo dos ejemplos posibles.

  • Proporcionarles alternativas favoreciendo, al mismo tiempo, la toma de decisiones y la aceptación de las consecuencias.

  • Reforzar positivamente, reconociendo las tareas bien realizadas, o negativamente cuando se niegue a realizar la actividad solicitada (retirarle algún objeto o actividad que sí sea de su agrado –comúnmente llamado “castigo”–).
     

Actitudes y comportamientos a evitar

Para fomentar el desarrollo autónomo también debemos cambiar, así, deberemos evitar:

  • La sobreprotección (sin olvidar la existencia de peligros objetivos sobre los que sí debemos actuar). El ensayo-error es una de las formas de aprender que, además, es fundamental en los primeros años.

  • La solicitud de tareas para las que aún no posea las capacidades necesarias. Se puede fragmentar las tareas en actividades más pequeñas que realmente pueda realizar.

  • La contradicción: “ayer sí lo hiciste pero hoy no porque tenemos prisa”.

  • La anticipación y la impaciencia. Darles la oportunidad de experimentar con su entorno teniendo en cuenta que necesitará más tiempo que una persona adulta.

  • El perfeccionismo. Es muy difícil que cualquier actividad se realice completa y correctamente la primera vez, así que deberemos ignorar algunos “detalles” porque las tareas tendrán pequeños fallos.

Recordemos que una mayor autonomía conduce a una mayor autoconfianza. Solicitarles la participación o la realización de tareas cotidianas contribuirá a que se sientan más valorados puesto que demostramos confianza en sus capacidades. Esto conducirá a una autoestima más adecuada y favorecerla es parte de nuestra labor como responsables de su crianza y educación.

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