El otoño trae consigo una explosión de colores, texturas y aromas que, en el aula Montessori, se convierten en una oportunidad única para el aprendizaje. Esta estación no solo enriquece el entorno visual de los niños, sino que también ofrece un marco ideal para trabajar habilidades fundamentales como la motricidad fina, la coordinación óculo-manual, el orden y la concentración. En la Escuela Infantil San Cristóbal, aprovechamos esta época del año para introducir actividades que combinan aprendizaje práctico con el desarrollo emocional, fomentando en los pequeños una conexión profunda con su entorno.
En el aula Montessori, las frutas de temporada se convierten en un recurso educativo que va más allá del simple conocimiento de sus nombres. Aquí, los niños exploran las características únicas de cada fruta: la textura de su piel, el olor que desprenden al pelarlas y, por supuesto, su sabor. Esta actividad no solo despierta su curiosidad natural, sino que también fortalece su autoestima al darse cuenta de que son capaces de realizar tareas complejas por sí mismos.
Además, el trabajo con frutas permite a los niños mejorar su coordinación y habilidades motoras, mientras se sumergen en un entorno de aprendizaje ordenado y concentrado. Este proceso les enseña a apreciar los pequeños detalles de la naturaleza y a conectar con el momento presente, habilidades esenciales para su desarrollo emocional y cognitivo.
El cambio de estación también transforma el entorno del aula, introduciendo nuevas actividades que preparan a los niños para la vida cotidiana. Una de las propuestas más enriquecedoras del otoño es la familiarización con los utensilios de cuidado del ambiente interior, como pequeñas escobas y recogedores, que se utilizan para recoger hojas caídas.
Barrer, lejos de ser una tarea simple, se convierte en un ejercicio clave en el método Montessori. En esta actividad, los niños aprenden a controlar sus movimientos voluntarios, practicando primero en bandejas diseñadas especialmente para desarrollar habilidades de precisión. Esta práctica tiene un impacto significativo en su desarrollo motor, favoreciendo la coordinación, la psicomotricidad fina y la capacidad de manejar la frustración.
Beneficios que trascienden el aula
A través de estas actividades, los niños adquieren competencias que van más allá del aula: desde aprender a resolver problemas y superar desafíos, hasta fortalecer los músculos que serán esenciales en etapas futuras, como la preescritura. Pero, quizá lo más importante, es que cada pequeño logro les ayuda a sentirse más seguros de sí mismos y capaces de enfrentarse a nuevas experiencias.
En la Escuela Infantil San Cristóbal, creemos que estas pequeñas pero significativas actividades son la base para un aprendizaje integral. La filosofía Montessori nos recuerda que el desarrollo infantil no solo se trata de adquirir conocimientos, sino de formar personas autónomas, resilientes y conectadas con su entorno.
El otoño en nuestras aulas no solo pinta de colores el aprendizaje, sino que también siembra en los niños semillas de confianza y habilidades para la vida.
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